Vivir en Artà - Mallorca 

 

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 Todavía existe:

el "cordador de cadires" de Artà

 

 

El palmito, que mejor que en cualquiera parte de Mallorca crece en la antigua región de Artà, contribuyó en su día a la creación y auge de los llamados “cordadors de cadires y cistells”, un oficio cuyas huellas son más fáciles de encontrar actualmente en un museo que por las calles. Sin embargo, la casualidad quiso que Figaro tuviera la suerte de toparse con una persona capaz de reconstruir, artesanal y artísticamente, aquellas bellas sillas de salón.

 

 

 

Javier Vicens, nacido en Artà, es “cordador de cadires” por vocación. Ya sea con lana de cáñamo o algodón o con las nobles hebras del palmito, sus ojos se iluminan cada vez que habla de su trabajo y, con discreción mallorquina, acompaña con soltura sus palabras de ejemplos manuales perfectamente adecuados para aclarar con paciencia los atractivos de cada una de las hebras y maderas.

 

 

A Figaro le gusta escucharlo. Reconoce en él al hombre que lleva el oficio en las venas: del abuelo al padre, y del padre al hijo. En sus palabras flota el modesto orgullo que provoca el trabajo genuino y meritorio; un trabajo que Figaro solo ha logrado reconocer, hasta la fecha, en los artesanos. Y quien tenga la suerte de dar con el tono de conversación adecuado, descubrirá más sobre la tradición de “els cordadors” de la región y sobre la historia de ciertos ejemplos individuales; mucho más de lo que a primera vista habría cabido esperar.

 

 

Sea como fuere, y por supuesto, el encuentro tuvo lugar en el taller. Se trataba de compartir experiencias sensoriales, y no teorías grises. Javier no buscaba largas explicaciones. Estaba demasiado absorto en su trabajo, en la sintonización de determinadas operaciones, en la precisión de sus acabados… Figaro quedó, pues, abandonado a su propia suerte, con la opción de seguir mirando al maestro por encima del hombro, de echar un vistazo a su alrededor, o, simplemente, de marcharse sin hacer ruido.

 
 

Al final, los dos hombres quedaron en tomar una copa aquella misma tarde. Cuando Figaro le preguntó por el futuro de su oficio, Javier respondió con bastante optimismo, y dijo que estaba dándose una ampliación del abanico de ofertas adecuadas a los gustos de la época, íntimamente ligada, por supuesto, a una superficie de ventas apropiada, puesta al día de las variaciones del mercado semanal y sobre todo a la atención personal de cada cliente. Los frutos del buen rendimiento comienzan a reconocerse en toda la isla.

 

 

Y, como confirmando las palabras de Javier, Fígaro se pierde en sus pensamientos mientras escucha, a la búsqueda de nuevos clientes entre su círculo de amigos…

 

 

 

 

        El Fígaro del Norte 

 

 

 

                                * Artà  un pueblo encantador en el nordeste de Mallorca *