Vivir en Artà - Mallorca 

 

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 ¡Vaya feriantes!

 

A Figaro le han atraído siempre: los errabundos y los feriantes con su coraje para llevar a cabo un proyecto de vida creativo. Gente que se aleja del camino señalado para enfrentarse por su cuenta y riesgo a los desafíos de lo desconocido...  

 

 

Hace poco, dos de estos especímenes se sentaron frente a él en la Plaça del Conqueridor: Iris, antigua escenógrafa en Salzburgo y Bayreuth, y Roman, en tiempos remotos estudiante de geología. En el rato que dura un desayuno le permitieron compartir con ellos, en cierto modo, sus viajes por las ferias de estos mundos de África a Indonesia, de México a Ibiza antes de que Mallorca, o más concretamente Artà, se convirtiera en el lugar escogido para echar el ancla y esbozar la que sería su primera e infalible muestra de vida “burguesa”: la apertura de su propia tienda y la fijación de su domicilio en una buena zona.

 

 

¿Acaso es posible realizar un cambio de semejante envergadura pasar de trotamundos a tenderos sin abandonar con ello los sueños de juventud? Una visita a su tienda “Gecko”, situada en el Carrer Antoni Blanes, nos ayuda a esbozar una primera respuesta: decoración para soñar, colocada y escenificada con alegría y buen gusto. Mariposas, soles y caballitos de mar, delfines, pececitos y el geco como el rey inapelable, en un sin fin de formas y colores... En el interior de la tienda, una fantástica congregación de animales, talismanes surgidos de la pluma de Iris, hechizan al visitante. Nos hallamos en el corazón de la empresa: un soplo de poesía al alcance de la mano, un souvenir que refleja la alegría de los días llenos de luz y de color, y que promete mantenerlos vivos entre las nieblas del Norte.

 

 

Y cuando los animales dejan de deslumbrarnos y nos permiten ver más allá, nos encontramos, al fondo de la tienda, con insólitas esculturas africanas hechas en piedra,  piezas de exposición de Kenia y Zimbabwe. Son las preferidas de Roman. Y por fin, antes de salir de la exposición, una manada de encantadores y herrumbrosos animales domésticos que ya nos había llamado la atención al entrar nos invita a demorarnos una vez más. Graciosos accesorios que invitan a los residentes norteños, hijos de los centros del Progreso, a aproximarse de manera algo caprichosa a lo rústico del pueblo mediterraneo.

 
 

No cabe duda: una exposición como esta vive de la fantasía y el potencial experimental de los feriantes más expeditivos. Y en este sentido Artà es el lugar ideal para este tipo de oferta: un lugar que ha ido creciendo a lo largo de los siglos gracias al empeño de sus habitantes; un lugar, no obstante, en el que la ociosidad de los turistas ha acabado por convertir la exhibición de adornos fantásticos y fútiles en una institución casi permanente y necesaria. (En palabras de un famoso filósofo francés al debatir sobre el lujo: “Le superflu, chose très nécessaire!”.) Un lugar, a fin de cuentas, en el que personajes tan diligentes como Iris y Roman acaban deseando echar raíces para insuflarle ese soplo de ligereza que los demás soportamos con gusto pese a nuestro imperioso deseo de seguridad.

   

  

 

 

 

        El Fígaro del Norte 

 

 

 

                                * Artà  un pueblo encantador en el nordeste de Mallorca *