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En busca de |
estelas
culturales... |
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Como ningún otro plato de la cocina mallorquina, el «pa
amb oli» queda vinculado a Artà en la memoria de Fígaro. Fígaro
acababa de firmar el contrato preliminar para la compra de su casa cuando,
en aquella apagada tarde de abril, le apetecía comer rápidamente algo
ligero en un pequeño bar del lugar antes de emprender el camino al
aeropuerto. No
habría podido relacionar ninguna idea concreta con lo que había pedido, y
ni siquiera se le había ocurrido su significado de «pan con aceite». Pero
su atrevimiento valió la pena, pues esta sabrosa y jugosa exquisitez sigue
a día de hoy formando parte de su menú cada vez que se encuentra en la
isla. |
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No es más que una nimiedad, dura poco, ¡desde luego! Pero
si los observamos con más calma, sus ingredientes recrean un atractivo
bodegón: el «pa moreno», el pan moreno sin sal, el sabroso jamón –
«serrano» o (solo se vive una vez) «ibérico» –, la jarrita de aceite de
oliva nativo de la isla, los inevitables dientes de ajo (de Villafranca);
en caso de duda, también queso, sal marina y olivas; y, por último pero no
menos importante, en calidad de estrella secreta de este pan con tomate
mallorquín, la manzana roja del Paraíso: los tomates «de ramellet»,
una sabrosa variante de firme consistencia del tomate en rama. |
La preparación del pan durante una amena reunión a la mesa
es tan comunicativa como fácil. Y, además, da mucho juego para la
conversación: ¿Se frotan las rebanadas de pan tostado primero con los
dientes de ajo y el tomate y después se rocían con aceite de oliva o al
revés? |
Se ha convertido prácticamente en un ritual: si Fígaro
invita a amigos a «pamboli» en su casa, siempre se vuelve a alegrar
de la devoción y satisfacción con las que sus amigos de la isla consiguen
que se le haga la boca agua a él, el advenedizo del norte, hablándole de
las ventajas de la cocina mallorquina tradicional, con el ejemplo propio y
con vivas demostraciones sobre la mejor forma de preparación.
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Y él no se cansa de escuchar los elogios de Francisca y
Nicolás sobre los tesoros ocultos de la cocina mallorquina,
particularmente de la extensa comida de los pobres de antaño; tesoros que,
al igual que el «pamboli», vuelven a estar de moda actualmente y no
en último lugar entre los turistas: las «sopes», los «trampós»
o los «tumbéts». |
En cualquier caso, el «pamboli» se ha convertido
efectivamente en un gran éxito de exportaciones en toda Europa gracias a
su versatilidad de aplicación: ya sea en calidad de entrante como el «pa
amb tumàquet» (el pan con tomate en Cataluña), como tentempié ligero
entre comidas como el «pitufo» en Andalucía, o –¿por qué no?– como una
variante exquisita de la cena o merienda-cena en Alemania.
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Y quien con todo esto eche de menos el sabor especial de
la tierra mallorquina, volverá, al igual que Fígaro, tanto más contento a
la isla. Así sucede hoy en día con el patrimonio cultural en Europa: se
puede disfrutar de él en cualquier lugar de la comunidad sin ninguna
preocupación, sin que pierda su carácter distintivo a pesar de dicha
participación común. ¡Y así debería seguir siendo!
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