...la
alegre despreocupación de niños que juegan o el deseo adánico de cuerpos
desnudos en las rocas que se hunden suavemente como lenguas ásperas en el
agua.
No hay
en las cercanías fortalezas blancas repletas de camas, ni grupos de
personas morenas y pringosas delante de estrepitosos chiringuitos, ni
grupos de mirones que se desperdigan en fila india por el paseo marítimo...
Más bien pero sí un toque de “Cabo de Gata-Níjar”, aquel legendario
parque natural en Almería; sólo que más blanco, más suave, más
incomparablemente idílico y libre de la dureza de los “Campos de Níjar”
de un Juan Goytisolo.
Ni
rastro de un desierto del tiempo prehistórico, más bien un oasis
-
y todo
muy cercano a Artà... |